En la ciencia ficción hay muchas instancias en las que los héroes se tienen que imponer al lado obscuro de sus personalidades para solucionar algún problema. Viene un ejemplo específico a la mente en donde se manejan tanto la claridad como la obscuridad:
STAR WARS. Los personajes de esta saga se debaten entre el lado claro y el lado obscuro de la Fuerza. Cada personaje, dependiendo de sus intereses, aboga por el lado al que pertenece. Antes de entrar en materia de tenis será necesario describir muy brevemente a que se refiere cada lado.
La Fuerza, al ser lo que compone y une a toda la creación, no puede pertenecer a ningún lado, ya sea claro u obscuro. Por otro lado, la persona que la canaliza lo puede hacer por medio de la obscuridad o la claridad. En este caso, un “usuario” obscuro de la Fuerza la invoca con sus pasiones; amor, odio, miedo, rencor, etc., mientras que un “usuario” claro de la Fuerza la invoca desde un lugar en el vacío donde no existen pasiones que puedan nublar su juicio.
De aquí partimos para examinar la forma en la que los tenistas juegan tenis. Todos los tenistas que yo conozco juegan tenis desde su lado obscuro. Después de 25 años en el medio todavía no conozco a uno que sea capaz de jugar consistentemente desde el lado claro de su personalidad. Claro que a veces escuchamos reportes de que un jugador jugó desde el lado claro. ¿Cuantas veces no hemos escuchado a los profesionales (de todos los deportes) decir que estuvieron en “La Zona”? Si bien es cierto que hay destellos de claridad esto no quiere decir que haya gente que se mueva por dicha claridad todo el tiempo. El tenis es un deporte que mueve egos y pasiones desde lo más profundo de cada ser, y por esto es muy difícil que un jugador pueda desempeñarse de manera constante desde este lugar. Claro que hay gente que dice que este estado se puede aprender y replicar por medio de visualizaciones, programación neurolingüística, etc., pero mucho me temo que ese camino también está manchado por el ego de quien lo pretende enseñar. Quien pretenda transitar el camino y jugar tenis por el lado claro primero tendría que deshacerse de sus apegos (por ganar o perder) y de sus pasiones, y sin esto, ¿qué chiste tiene jugar tenis?
Todos jugamos al tenis desde nuestro lado obscuro, y desde ahí somos movidos por nuestro ego y por diferentes pasiones, siendo las más comunes: odio, miedo y amor. Voy a manejar las pasiones antes mencionadas de una manera muy general para no extenderme tanto. Yo se que se pueden desprender pasiones menores de cada una de las mencionadas, pero creo, estimado lector, que usted podrá identificar cuál es la que lo mueve en su caso particular sin necesidad que yo la nombre.
Muchos jugadores nos desempeñamos mejor cuando nos mueve el odio y lo canalizamos al partido de tenis. Bien puede ser odio por perder, o por estar en una situación determinada que a uno no le guste (que tengas un problema con tus papás, con tu novia, que la chava que te gusta no te pele, etc.) o simplemente por jugar contra alguien que te caiga mal. El “odio” o “enojo” en un jugador puede ser un motivante muy poderoso, pero también muy inestable porque cuando uno se pasa de enojo entonces resulta difícil controlar la situación.
Por ejemplo, supongamos que por cualquier razón, uno logró entrar en un estado de enojo ideal en donde uno se desempeña a un porcentaje muy alto de su potencial. En este estado, el enojo equivale al 100% de enojo que uno puede controlar en una situación de torneo. Un 1% más sería mucho y nos sacaría del balance de enojo ideal. ¿Qué pasaría si estando al 100% de enojo en el estado ideal, nuestro oponente se roba una bola que nosotros estamos seguros que fue buena?
Al estar al 100% de nuestra capacidad de tolerancia de enojo en estado ideal, entonces dicho incidente causaría que saliéramos de nuestro equilibrio y nos perdiéramos en el enojo. Olvidémonos de las muy probables raquetas y pelotas voladoras y de las multas. Nuestro balance ideal en estado de enojo se perdió, y probablemente nos cueste varios puntos recuperarlo si es que somos capaces de hacerlo.
Recordemos que el tenis es como una montaña rusa emocional. Nuestras emociones cambian después de cada punto (punto ganado=contento, conforme o simplemente normal, punto perdido=descontento, inconforme, frustrado, etc.). Sin ir tan lejos, se puede debatir que después de cada desplazamiento y de cada impacto las emociones de un tenista se mueven (Si salgo a tiempo y con fuerza, entonces mi desplazamiento es bueno=satisfacción, contento, conforme o normal. Si le pego bien a la bola, con el centro de la raqueta, con buen timing y a una velocidad adecuada=satisfecho, contento, conforme o normal. Si salgo mal, con el pie equivocado, sin fuerza, etc., entonces el desplazamiento será malo=Frustración, inconformidad, descontento. Si le pego con el marco, fuera del centro, sin timing, etc.,=frustración, inconformidad, descontento. ¡Todo esto es independiente a si gané el punto o no!).
En fin, digamos que es un arte el conocerse a uno mismo lo suficientemente bien como para saber hasta que punto uno se puede permitir ser invadido por sentimientos de odio, enojo, ira, etc., y todavía ser funcional dentro de la cancha de tenis.
Pasemos al miedo.
Hay muchos jugadores que se definen porque juegan con miedo, sobre todo, cuando se les presentan situaciones en las que pueden definir un partido. ¿Cuántos y cuántos jugadores hay en el tour (y probablemente también en su club) que ganan los partidos que deben de ganar (contra jugadores de nivel un poco menor) pero que al enfrentarse contra jugadores mejores (aunque sea en el papel) simplemente no pueden ganar… ¡¡¡nunca!!! ? Varios nombres vienen a la mente. Jugadores que juegan muy buenos partidos contra otros mejores que ellos, pero que al final, después tener oportunidades para ganar los partidos se “arrugan” y no pueden cerrar. ¿Alguna vez ha escuchado la expresión: “le agarró la mano el chango”?
En estos casos ésta cara del miedo hace que los jugadores rindan mal. Sin embargo, el miedo tiene otra cara que hace que algunos jugadores rindan mejor. Hay gente que aterroriza a los jugadores (sobre todo los padres. El nombre de una top 10 rusa y otra ex top 10 francesa vienen a la mente), y éstos se crecen ante tal amenaza. Hay muchos ejemplos de padres terroristas (por lo menos así es como sus hijos los ven) que vienen a la mente pero por discreción no voy a mencionar.
Obviamente el miedo es solo uno y no cambia. Lo que cambia es el objeto del miedo y la manera en que cada persona lo afronta. Uno puede tenerle miedo a los padres, a una situación e incluso a un rival. Uno de los aspectos menos atractivos del tenis es cuando un jugador se topa con un asno que trata de ganar un partido de tenis por medio de la intimidación. Esto puede dar pie a que el jugador sienta miedo porque su integridad física está amenazada. También aquí el miedo puede paralizar al jugador o hacerlo superarse de tal modo que se pueda sobreponer y jugar bien al tenis. En fin, el miedo es un motor terrible con el cual se puede canalizar la energía, pero que en muchas personas deja secuelas indeseables.
Pasando a la emoción más bella que manejamos a través del lado obscuro… el amor. El amor, así como también el miedo, el odio, y todas las demás emociones, tiene dos caras que pueden hacer que el jugador juegue bien o mal. El detalle está en la manera en que cada jugador canalice la emoción en turno a la hora de jugar. Hay gente que cuando está enamorada (de otra persona) juega como inspirada. En el diálogo de Platón “El Banquete”, Fedro, en su alabanza a Eros describe que un ejército ideal estaría formado sólo por amantes luchando lado a lado. Fedro defiende su punto explicando que ningún amante soportaría verse humillado por otra persona delante de su amando, así que, motivado por su amor, lucharía con toda su fuerza para sobresalir.
De la misma forma, cuando un jugador juega tenis en ese estado de amor (y lo puede aguantar), su tipo de juego se vuelve espectacular e inspirado, pero a la vez, aguerrido. Esto no solo funciona cuando el objeto del amor es otra persona. Puede ser una situación también, como por ejemplo, amor a la victoria.
Por otro lado, cuando el amor no le sienta bien a uno, uno juega con la satisfacción de que tiene algo de mayor importancia fuera de la cancha, lo que hace de un partido de tenis algo trivial y hasta estúpido. Ver a un jugador en esta situación da lástima. Sería como ver a un boxeador ser apabullado por su rival, pero siempre exhibiéndole una gran sonrisa de imbécil. La gran ventaja del tenista es que no sufrirá las secuelas físicas de haber recibido una golpiza terrible, así como también que la cruda moral por haber perdido no causará preocupación o incomodidad alguna.
A lo largo de los años, su servidor confiesa haber pasado por todos los estados anteriormente descritos.
Recuerdo con buen humor y algo de pena la ocasión en la que jugué enamorado y que no pude defenderme sino con una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Recuerdo que mis papás estaban muuuuuy enojados, pero ¿quién no pasa por lo mismo durante la adolescencia?
También recuerdo cuando jugué con miedo porque un tipo me amenazó diciéndome que me iba a golpear si yo seguía jugando de la manera en que estaba jugando. El estilo de mi rival era sacar y subir a la red, o devolver y subir a la red. Mi passing shot nunca fue bueno por los lados, pero siempre fue bueno por el centro de la cancha, así que eso es lo que hacía, tirarle todo al cuerpo. Después de dos o tres tiros que casi contactan con la cara de mi rival, éste se disgustó, y supongo que los dos jugamos con miedo por nuestra integridad física. Afortunadamente en esa, así como en infinidad de otras ocasiones, mi papá (quien hasta la fecha cuando me acompaña a los torneos me hace sentir protegido) me sacó del apuro tan solo con su presencia en las gradas. Mi estrategia de tirarle al cuerpo se impuso a la suya de tratar de intimidarme tanto con su tipo de juego como con sus amenazas.
De la misma forma recuerdo a tantas raquetas que dieron sus vidas porque no supe hasta donde dejarme llevar por el enojo.
Sería injusto cerrar este tema sin antes hablar un poco de la claridad para jugar tenis. Cierto es que casi siempre se juega desde la obscuridad, pero también es cierto que hay veces en las que la claridad nos toma y somos invencibles. En las contadas ocasiones que yo he estado en este estado he podido encontrar dos componentes de la fórmula (que estoy seguro tiene muchos más). Primero, como mencionaba antes, el desapego absoluto hacia todos los factores que envuelven al partido como resultado (victoria o derrota), situaciones y condiciones alrededor del juego (puede ser clima, público, tipo de superficie, etc.) y emociones. Segundo, mi atención siempre se ha conservado en el momento presente y no divaga en lo que pasó o en lo que podría pasar. Esos dos componentes son de los que yo estoy seguro y me imagino de otros más, pero el mencionarlos probablemente sería invadir lo especulativo.
Finalmente, en la opinión de su servidor, cuando hay condiciones similares en dos jugadores, quien juegue desde el lado claro siempre vencerá a quien juegue desde el lado obscuro. La razón es muy simple. Quien juega desde el lado obscuro debe estar apegado a su emoción, y su atención debe estar fragmentada por lo menos en dos partes, en la que ocupa para jugar el partido, y en la que ocupa para alimentar a su emoción. Por otro lado, quien juega desde la claridad está presente con todas sus facultades en el partido, lo que le permite darse cuenta de opciones y recursos que puede usar y que de estar nublado por la emoción no vería. Por esto es que muchas veces jugadores que juegan con claridad pueden vencer a rivales que son muy superiores a ellos.